Su referente, Eric Ries, lo definió en cinco pasos: innovar, crear, medir, aprender y repetir. De qué se trata este proceso innovador, apuntado a las necesidades del consumidor, que usaron en sus inicios empresas como Facebook o Netflix.

Conocer los riesgos de un nuevo negocio y saber cómo evitarlos es uno de los grandes desafíos de cualquier emprendedor. Hasta hace pocos años, la planificación de un proyecto se hacía exclusivamente a partir de datos e información hipotética proyectada, una situación que puede generar el riesgo de un gasto innecesario y traducirse en un golpe si no se cuenta con una gran inversión inicial. Pero el método Lean Startup llegó para cambiarlo todo: su objetivo es poner en marcha emprendimientos a partir de pequeñas experiencias previas, eliminando del proceso cualquier elemento que pueda restar valor, y enfocar en las necesidades del consumidor.

¿De qué se trata? El Lean Startup lleva a la práctica una idea a pequeña escala y, a partir de eso, genera información sobre las formas de consumo del producto. Así, se elimina cualquier eslabón que no haga falta en el proyecto y se usa la propia experiencia o aprendizaje validado como base para el crecimiento.

“Startup” se refiere a la etapa de lanzamiento de un negocio, esa fase del comienzo que muchos emprendedores exitosos recuerdan haber hecho en un pequeño ambiente, un galpón o el garage familiar apenas comenzaban con poco dinero. Y “lean”, que en inglés quiere decir “flaco” o “delgado”, se traduce en este contexto como la idea de evitar cualquier paso que no genere valor en el proceso productivo.

El paso a paso: invertir poco pero aprender mucho

El método tuvo su auge entre emprendedores que buscaban innovación pero que no contaban con grandes financiaciones. Fue lo que permitió la creación de, por ejemplo, Facebook y Netflix y es el método adoptado por la automotriz Toyota para testear nuevas tecnologías. Cuenta con cinco pasos sugeridos: innovar, crear, medir, aprender y repetir.

Una vez que se detecta la oportunidad de mercado, el siguiente paso es la concreción de la idea a pequeña escala, algo a lo que el principal referente del método, Eric Ries, llama “Producto Mínimo Viable”. Esto genera información sobre el funcionamiento, la dinámica de uso y los valores del producto. A partir de esta micro experiencia, tendremos mediciones y números reales, obtenidos de la puesta en práctica y no estimados desde la teoría. El paso final será repetir la experiencia pero teniendo en cuenta esta información, lo que generará pequeños ciclos que se adapten cada vez mejor a las necesidades del consumidor y haga crecer al producto. “El éxito de puesta en marcha no es una consecuencia de los buenos genes o estar en el lugar correcto en el momento adecuado. El éxito puede ser diseñado siguiendo el proceso correcto, lo que significa que se puede aprender, lo que significa que se puede enseñar”, sostiene Ries.

En este camino, es clave la iteración, es decir, repetir los procesos tomando como punto de partida el resultado obtenido y aplicando lo aprendido. Esto permite adaptar el producto a lo que el mercado necesita y demanda, y no a las visiones de los creadores. Y así, finalmente, superar el desafío: se pueden detectar los riesgos, evitarlos y lanzar productos más exitosos.